Protocolo de cuidado ~ Privado

Para Vahir, muchos meses le sabían a una curiosa eternidad cargada de intenso trabajo, o de total aburrimiento. Otras veces disfrutaba del placer sencillo de sentarse a observar su propio mundo, la aldea en que vivía, probando una y otra vez de sus costumbres. Pensaba a menudo como era que otros miraban hacia ellos, hacia los Akhanimalus león. El contraste era verdaderamente impresionante en relación a otras culturas, era mágico, y sin embargo, ningún Akhanimalu podía lograr extrañarle tanto como hacían los escritos sobre la raza "creadora" de todos hace muchos años: los humanos. Parecidos a ellos, con mucha menor capacidad de supervivencia, pero, tan numerosos y tan increibleente creadores...

No era de extrañar que Vahir fuese el primero en asomar su felina naricita a los asuntos de su padre cuando un dichoso humano había llegado a ellos buscando información. Deseaba conocerles, y con todo respeto pedía a su rey que le diese la oportunidad. Dicha oportunidad dependía del mismo pequeño león juez, y Vahir no podía evitar sonreír para si mismo. Conteniendo su extraña emoción había accedido a esperar al joven humano para juzgarlo y dar a su padre un veredicto, en una de las salas del reino custodiada por cuatro imponentes felinos, decorada de telas hermosas de algodón. Una pequeña mesa de madera tallada en el centro y cuatro cojines eran lo primordial y necesario en ese caso, donde Vahir ya descansaba en su propio asiento, derecho, sencillamente vestido con sus ropajes de color claro hechos de algodon y una capa oscura a los hombros, su protección usual contra el sol, y con la mirada en la puerta que estaba por abrirse.

El viaje no había sido del todo largo, pues désde que lo hubo comenzado no había dejado de pensar en las mil y un cosas que podría descubrir de aquellos a quienes admiraba, sobre todo porque en la manada se encontraba alguno en particular o eso es lo que había escuchado, hermanos y hermanas son idénticos menos uno de ellos. Además de haberlos vigilado ya por bastante tiempo y dedicado algunos ensayos y escritos progresivos sobre la manada de aquel pueblo en particular, conocer más de esa cultura, tener un contacto más cercano con ellos y saberse parte por un día al menos en aquel pueblo en el que compartirían sus conocimientos consigo le emocionaban demasiado. No era la única manada que capturaba su atención pero al menos de leones podía decir que de entre todas esta resaltaba más el interes de tan distinguido investigador.

Finalmente el transoporte le había dejado en un lugar apropiado y llegar fue sencillo. De la nada estaba ante un hombre de gran porte, el líder de aquella enorme familia carnivora y tan sociable unos con otros, admiraba a aquel ser que se mostraba ante el con aquel rango de liderazgo tan potente en su complexión, en la sola mirada que percibía y era por eos mismo que... pedía con tal respeto le obsequiara unos momentos, unos minutos de aquel conocimiento. Reaccionó con extrañeza cuando le mandarón con uno de los menores, al parecer sería revisado o... como se dice calificado por uno de ellos para saber tal vez, o sus pensamientos se lo decían, saberse apto para recibir tales guías y más.

Entró a una de las habitaciones asignadas, encontrandose ante sus ojos a un joven, bastante joven había de aclarar sentdo en una silla como en la espera de su llegada, le parecía casi absurdo pero no dijo nada, sonrió bastante amigable y se adelanto a tomar un lugar propio para comenzar con lo que tuviera el otro que hacer.

.- Mucho gusto, me han dicho que tenía que venir a este lugar.

Comentó, dudoso si mencionar o no su nombre.

Los ojos rojizos del joven ascendieron por aquella puerta hasta posarse en aquel que la había abierto con total tranquilidad, haciendo gala de un andar bastante confiado para ser un invitado a punto de juicio. ¿Impresionante? En efecto, lo era. No solo era la sorpresa usual de ver a quien le supera en estatura por bastantes centimetros, sino también la imagen portentosa de su cuerpo y un humilde gesto de honesta amabilidad, acompañada de los gestos debidos, a cada tiempo y espacio cuando se dirigía hacia el menor, sus largos cabellos reunidos con escrutinio natural y elegancia tal cual era su vestir, lo que realmente maravillaba a Vahir. Era tantos detalles contenidos en un ser tan sencillo en su conformación, que no podía ser otra cosa que un ente extremadamente atrayente y lleno de curiosis¿dades. En el ir y venir de la felina extremidad del joven se notaba ese interes, gesto que pocos sabían interpretar en su especie.

-Pase usted.-Le concede Vahir con una sonrisa sensilla, calma y serena como cada rasgo en su ser podía ser definido del mismo modo. Vahir le habla con formalidad, aunque sus gestos conciben una idea mucho más amena del protocolo que pretendía cumplir. El jovencito lee en un pergamino frente a él, sobre la mesa, el nombre que su padre le ha dado.- Es usted el señor Estephan ¿O me equivoco?.-Sus ojos carmin se posan sobre el reflejo de los anteojos del mayor, buscando los ojos propios del humano.- Me han comentado que requiere inspección. No le mentiré, señor Estephan, somos precavidos con los humanos más que con ninguna otra especie.

Vahir continua mirandole de pies a cabeza, descubriendo gracias al oculto poder de su ser que el aura de aquel humano no irradia ninguna energía que le provoque malestar. Tranquilidad, curiosidad, respeto, es todo lo que percibe de aquel joven.

-Tome asiento por favor, señor Estephan.-Ofrece señalando con su palida mano el asiento vacio frente a él.- Podría comenzar por contarme como ha llegado a este sitio y con que proposito viene a visitarnos. Yo aun no he sabido esa historia.-Reconoce con una sonrisa apenas avergonzada, jovial.