Habían invadido el terreno. Un fuerte gruñido se libera de su boca al enterarse de aquel olor tan desagradable entre la hierba, los infelices acababan de pasar por aquel tramo apenas un par de días antes, entre la hierba podia sentirse ese inconfundible rastro de polvora y sudor humano, un poco de sangre de un conejo comun tal vez. Estaban cazando en sus territorios ¿como era eso posible? Tal sencillo, como descuidar una porción de su territorio de caza sin ningun vigia. Siguió caminando.
-Malditos infelices, uno se descuida un poco para fortalecer las defensas y estos idiotas bienen donde no los llaman... y cazan nuestras presas... genial.-Susurraba con voz molesta gruñiendo por lo bajo. ¿Y como no estar de mal humor? La presencia de los humanos siempre era molesta.
El sonido metalico inconfundible de una trampa alertó sus sentidos de un momento a otro, mas sus reflejos no fueron lo suficientemente rapidos para evadir aquel ataque. Los dientes de acero de aquel objeto se enterraron en su pata, haciendole emitir un doloroso rugido que retumbó por el campo abierto ahuyentando a a sus presas a varios cientos de metros alrededor. Sintió la inconfundible humedad de su herida y su sangre mojando su pata trasera. ¿Como no había visto semejante monstruo metalico en el suelo, en su territorio? Gruñiendo enardecido se levanta y jala a pesar del dolor, primer gran instinto animal del pobre Mistaide. Pronto cansado recupera su forma humana tras serciorarse de que nadie le mira entre la hierba, y con sus manos fuerza ambas partes de la trampa para abrirse y liberarse de aquel terrible martirio. Estaba trabada! Aquel monstruoso objeto estaba hecho para que tuviesen que arrancarle una parte de la pierna antes de poder liberarse! Maldijo en voz baja, ¿Si rugiera, alguno de sus compañeros de Alto Veld le ebcontraría?